lunes, 25 de noviembre de 2019

25N

Noviembre


Podía sentir el calor del sol en su espalda y el de la mirada de su chico en el rostro, en el escote, como una caricia excitante. Habían quedado para tomar algo en la terraza de una cafetería. Ella se sentía feliz, 
−Estoy loco por ti.
Él  siempre lo decía, a ella, a todos. Era guapo, fuerte, vestía bien y se peinaba a la última. 
Hacía ya un rato que su voz grave y bien modulada la ponía al día de sus proezas en el partido de futbol del domingo; una melodía agradable a sus oídos de enamorada. Pasó un compañero de su chico y él se levantó. Los dos amigos picaron los nudillos, palmearon sus espaldas y hablaron durante un rato, en broma, en serio; el amigo la miró de reojo y su chico, en broma, en serio, le dijo que, a ella ni mirarla, fruta prohibida tío. 
Sintió una molesta punzada. Ellos bromearon aun unos instantes, se despidieron y él se sentó de nuevo, tomó sus manos, la besó. Hubo un silencio, una pausa tras la que ella quiso intervenir, hablarle de su examen de historia antigua. Él no debió darse cuenta de que la interrumpía, le había quedado algún detalle importante por explicar, una anécdota de bromas de vestuario. Ella adoptó la postura de escucha atenta, pero sintió una incomodidad que crecía. Desvió la mirada un instante, hacia el fondo de la calle y vio a su amiga Elena que caminaba en su dirección. Se sintió contenta, levantó el brazo y le hizo señales. Notó la presión que él iba ejerciendo sobre sus manos, cada segundo un poco más; le miró desconcertada. A modo de respuesta su chico levantó una ceja y fijó las retinas en las suyas.  Mientras Elena hablaba, trató de entender qué era exactamente aquello, si ella había hecho algo mal. Cuando quiso reaccionar, su amiga se despedía. Se prometió llamarla, más tarde, cuando él ya no estuviera a su lado.
Sintió frío en la espalda y miró el cielo, que ya no estaba pintado de azul, se habían formado nubes aquí y allá. Se levantó una brisa molesta  que agitó sus cabellos y los pegó a su mejilla. Él los ordenó tras las orejas. A ella, por un fugaz instante, le pareció que los ataba. Se estremeció.
−¿Tienes frío? –preguntó él.
Ella asintió, el chico pagó la cuenta, se levantó y la rodeó con sus brazos fuertes, poderosos.
Mientras se alejaban buscó el sol, pero las nubes lo habían tapado del todo.

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