miércoles, 19 de febrero de 2020

H.M¨ _ La piel del zorro

La literatura es verdad


Me he levantado temprano, me he duchado, he tomado un café con leche, la radio encendida. El día, una gran promesa. Se han ido, estoy sola. Cojo el libro, me ha apresado, es intenso, duro, conmovedor. Herta Müller tiene una mezcla de fuego y pétalos de flor entre los dedos, su narrativa es brutal, lo es más porque se desliza en susurros poéticos. Trato de retener a Adina, Clara, Ilie, Paul, Pavel. Entre las líneas se detiene el tiempo, puedo sentir el latir de sus corazones. ¿Cómo se hace eso? Son de verdad, no son palabras, frases, párrafos. Respiran y sufren de forma horrible. Gris, el gris impregna las páginas; todos en el límite del bosque espeso, oscuro, sin árboles. El Danubio brilla, se desliza, separa, los atrapa. Rumanía, Ceausescu.
       Cierro el libro, miro el rectángulo de cielo atrapado en la ventana. Tengo que trabajar, pero Adina, Clara, Ilie, Paul, Pavel, están dentro, atrapados bajo mi piel impresionada. 
          Suspiro, tengo que hacer pipí. Me da pereza, siempre me ha dado pereza ir al baño. De pequeña alargaba tanto ese momento que tenía dificultades para andar por el pasillo, apretaba las piernas, las gotitas se escapaban.
          −¡Venga a hacer pipí! –gritaba mi madre.
          Me rendía, pero las gotitas habían mojado ya la braguita.
        Voy al baño. Ahora soy mayor, han pasado muchos años, pero como entonces, quedo atrapada entre las páginas de los libros, no todos, algunos. Cuando eso ocurre, necesito tiempo para respirar, siento que los personajes extienden sus brazos desde las líneas de negras letras, tratan de atraparme un rato más, seguir explicándome su historia.
       A cada nueva lectura, se ensancha mi espíritu, de tantos personajes que me han mostrado sus secretos más íntimos. Soy afortunada.
         Miro el portátil, debo empezar una nueva escena, hace días que debo enfrentarme a ella, cuando eso ocurre, doy rodeos, reviso, le doy vueltas, pienso. Los giros o saltos temporales son lo más difícil, llega el momento de enfrentarse al enigma por resolver. Empezar, luego la magia va impregnando la pantalla o la página, los personajes se envalentonan y se muestran. Ellos me usan y yo los uso a ellos, para entenderme, entender, refugiarme, viajar. Los minutos pasan entonces a ser segundos, las horas enloquecen, las páginas se llenan y ya al medio día, dudaré entre los fogones o las páginas del libro que esta mañana he cerrado. El universo doliente de Herta Müller sigue reclamando mi atención, sus habitantes necesitan que conozca su historia, yo necesito conocerla.
         Eso es la literatura, ficción realidad, tocar el alma del lector, depositar en ella unas vidas ajenas palpitantes.
         Cuando eso ocurre, la literatura es verdad.