domingo, 29 de septiembre de 2019

CONTROL

Septiembre

No sabe cómo ha pasado. A lo largo de los años los minutos de los días se han ido llenando y le agobia la sensación de pérdida de control. Se promete analizarlos bien, dejar alguna costumbre, tal vez las que no le aportan más que una fugaz sensación de control o las que se han sumado sin más, sin apenas darse cuenta. 
          Así sale de la cama con el pie derecho, luego el izquierdo y se pone las gafas. A partir de ese momento, el día se convierte en una carrera contra el reloj para lograr cumplir con las expectativas. Cuenta los pasos hasta el lavabo, tienen que ser trece, ni uno más y empieza la ceremonia de un profundo aseo en el que cada detalle cuenta. Vuelve sobre sus trece pasos para abrir la ventana, la habitación se ventilará durante trece minutos, pone la alarma para controlarlo. De otra forma se angustia un poco.
           Sale de casa a las 8:13 en punto y camina hasta su puesto de trabajo. A la salida pasa lista de las tareas pendientes: estudiar media hora de inglés, hacer una sesión de ejercicio aeróbico, estiramientos, hacer la compra y regresar a casa para estudiar bien el menú que debe preparar para la noche, frugal, vitamínico.¿Cuántas piezas de fruta lleva ingeridas? Comprueba que en la botella le queda todavía la mitad de agua para completar los dos litros y medio que debe beber. Con el plato de ensalada en la mesa, pone la televisión, pero sus dedos resbalan sobre la pantalla del móvil. 
          El ritual nocturno es tal vez el más complicado de todos: cerrar puertas y ventanas, apagar luces, desenchufar todos los elementos eléctricos de la casa; contar los pasos hasta el lavabo requiere concentración, deben ser múltiplo de trece. Se desmaquilla, se pone el sérum, la crema de cara, de bolsas y ojeras, el tratamiento especial del cuello y escote, la loción anti-manchas, la activadora de la circulación, la fortalecedora de senos y una especial para eliminar estrías. Trece pasos hasta la cama, se sienta, primero levanta la pierna derecha, luego la izquierda y  se da unos toques estimulantes en el rostro. 
            Faltan los ejercicios de meditación, suspira. Vamos, tú puedes, piensa. 
Está agotada y siente una mezcla de satisfacción y vacío. 
          Mira el móvil, pasa revista a los mensajes, el Instagram, el correo, el Facebook, los wps, las notas. Bien, es el momento del blog Mi vida ordenada. Anota en él alguna recomendación sobre el orden de los alimentos en la nevera y la importancia para sentirse en equilibrio. Afirma satisfecha y vuelve a comprobar el número de likes. Recorre la pantalla antes de parar el teléfono y comprueba que al día siguiente es martes 13,  el día de encontrarse con amigos y visitar a sus padres. Frunce el ceño.
          Piensa que todo aquello se le está escapando de las manos y justo en ese momento, toma una decisión: El primer ritual que va a eliminar es ese, se acabaron las reuniones de amigos y la visita a sus padres cada martes o viernes 13, le quita demasiado tiempo.
        Con esa idea fija en la mente, apaga la luz con la mano izquierda, ajusta la sábana justo hasta la barbilla, alineada, con el embozo doblado y alisado. 
Esa noche duerme satisfecha, ahora sí lo tiene todo bajo control.
                       
                                                                      

2 comentarios:

  1. Tuve un compañero de trabajo que encaja justo con el personaje de tu cuento. Toda su vida parecía transcurrir en una aburrida secuencia, repetitiva y programada. Tenía dos hijos, la parejita por supuesto, el mayor era el varón, como corresponde a toda familia tipo. Llegaba al trabajo religiosamente siempre a la misma hora. Quince minutos antes de retirarse ya tenía las monedas justas y listas para pagar el boleto de tren. Sus viandas eran siempre las mismas, tartas, milanesas y empanadas. Los jueves eran particulares. Tenía permiso para retirarse antes, ya que decía que ese día debía buscar a sus hijos del colegio. Ese dia se lo notaba diferente, como ansioso. Le decíamos en broma que seguramente ese día tendría sexo con su esposa, lo que lo hacía sonrojar. Con el tiempo comprobamos que teníamos razón. Ese día, efectivamente, retiraba a sus hijos del colegio y los llevaba a casa de su suegra. Veraneba todos los años en el mismo lugar. En fin, lo que para nosotros era una existencia aburrida, monótona y rutinaria, para él era todo lo contrario y realmente era un tipo feliz.

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  2. Por lo que dices parece que tu compañero necesitaba tenerlo todo bajo control y que así se sentía feliz. Mi personaje llena su jornada de cosas, actividades y rituales y no le queda tiempo para lo realmente importante. Nos llegan mil imputs de lo que debemos hacer, cuestión de organización, dicen, no es cierto. El día tiene 24 h y no se estiran, así es que si queremos estar en las redes, hacer deporte, comer sano, estudiar idiomas, meditar... deberemos sacrificar algo: horas de sueño, serenidad, tal vez dedicación a los amigos y familia... Toca escoger 😉

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