Mil disculpas, cosas del comer, un decir. Esa necesidad primaria y vital que nos obliga a entrar en el mercado laboral para no morir en el intento de... vivir de lo que nos apasiona. Sí, no es un país apto para creadores, pero quienes nacimos siéndolo no podemos evitarlo y una y otra vez aflora sin entender de mercados, marketing y listas de ventas. No me había ido, tan solo que, tan reducido el posible tiempo de actividad literaria, debí regir con cuidado mis tiempos. Sigo luchando contra el reloj, el tiempo y las necesidades físicas de nuestro tiempo. Pero, ¡ay el alma doliente de olvido! Necesito volver a atender mi esencia, para no secar mis raíces que piden a gritos alimento.
Así es que, de nuevo, seguiremos compartiendo.
Así es que, de nuevo, seguiremos compartiendo.
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