domingo, 25 de noviembre de 2018

CONVENIENCIAS

6º Domingo


Lo cortaron a trocitos y lo sirvieron en bandeja, rodeado de focos y cámaras. Tomaron notas, los flashes se dispararon frenéticos, se oyeron voces desde los confines del mundo, debían castigar al cerebro de aquella atrocidad.
Se reunieron en las altas esferas, largas reuniones valorando la conveniencia de un castigo ejemplar, sus consecuencias. Alguien alzó la mano, debían actuar ya. Detendremos el comercio, dijo con seriedad el vecino del norte. El de la región del sur se rascó el cogote y miró hacia el sol, brillaba tanto. Los vecinos del oeste revisaron papeles y calcularon los daños colaterales. Los vecinos del este se frotaron las manos ante el estropicio.
Alrededor del asunto, siguieron escribiendo profundísimos análisis de cómo lo habían hecho, por qué,  dónde y lo aderezaron con sal y pimienta. Pasaron tantos días, que los pedazos fueron apartados y quedaron en un oscuro rincón de la memoria. El último trocito que había sido cortado, el del corazón, dejó de latir y los ojos, coronando la gran bandeja, vertieron sus últimas lágrimas. 

domingo, 18 de noviembre de 2018

GRIETAS

5º Domingo


Lo vio de repente, el cojín que toda su vida había decorado la cama, se estaba agrietando. Se quedó sorprendida. ¿Cuántos años habían pasado desde que lo compró en la Provenza? Toda una vida. Desde entonces había amoldado lecturas y acomodado sus sueños. Adelantó el dedo índice y descubrió que era el de una anciana. Parpadeó inquieta. Su vida pasó por su cabeza a una velocidad frenética: la juventud, los amores, los hijos, las preocupaciones, la soledad… El tembloroso dedo fue resiguiendo cada una de las grietas que resquebrajaban el cojín, se escapaba entre ellas la espuma del acolchado que lo adornaba y pensó que su vida también se iba. Entornó los ojos para concentrarse en el tacto. En una esquina, la fisura de la tela la invitó a entrar. Era todo tan suave y fácil allí adentro, que poco a poco, sin pensarlo, se dejó llevar por la agradable sensación, deslizándose hasta el centro de sus mejores años, llenos de inocencia, frescura y libertad. 
Sonrió satisfecha, aquel era un buen lugar para quedarse.

domingo, 11 de noviembre de 2018

ZAPATOS NUEVOS

4º Domingo


Anita estaba enfadada. Se había sentado en la entrada de la casa con las rodillas muy juntas, la mirada concentrada en sus zapatos nuevos. Eran blancos, brillantes y duros.
Ya en el coche pegó la nariz al cristal. Sus padres trataban de animarla, sería la niña más bonita de la comunión, tenía que estar orgullosa. Ella siguió en silencio, el vapor velaba la vista del paisaje que iban dejando atrás. Algo llamó su atención: unas bambas amarillas con puntera y suela de goma. Parpadeó, qué extraño, colgaban de los cordones atados entre ellos, una bamba a cada lado de los cables que atravesaban la carretera. Le pareció mágico. Aquel era justamente el calzado que quería, con él podría saltar muy alto y ver, desde allí arriba, a dónde se dirigían los pájaros. 
Se quitó los zapatos blancos, brillantes y duros y gritó. Su padre frenó en seco. Anita se desabrochó el cinturón, apretó el botón del seguro de la puerta y saltó al arcén. Sus padres le ordenaron que entrara en el coche, pero ella sólo tenía ojos para las bambas que oscilaban allí arriba. 
Se colocó debajo, apretó los ojos, los puños y se acordó del payaso que se escondía en la caja sorpresa, aquel que brincaba cuando levantaban la tapa. Dio un gran salto y se encontró sobre el cable, con los pies cómodamente  calzados. Miró a lo lejos y saludó a los pájaros, que agitaban las alas dándole la bienvenida.

domingo, 4 de noviembre de 2018

TAPAS

3er. Domingo


Estaba tan nervioso que le temblaban las manos. Aquello no era lo suyo, la cocina era un lugar inhóspito que se comía las horas de su jornada. No entendía aquella moda que elevaba la gastronomía al limbo de las actividades sofisticadas y divertidas. Alguien había pensado que era una gran idea  y sin duda lo era, pero no para él, torpe entre los cacharros de la cocina, ansioso entre fogones. 
Se había levantado temprano. Se lo tomaría con calma, tenía todo el día por delante. Habían fijado las nueve de la noche como hora de quedada. Irían casa por casa, degustando las tapas que cada miembro del grupo habría preparado. Raciones pequeñas, eran muchos, tenían que llegar hasta el final.
Había comprado platos especiales para el evento, flores, un licor oscuro, espeso y dulce que le habían aconsejado para su sopa de frutos rojos. Había escogido una receta sencilla, así reducía las posibilidades de fracaso. 
A primera hora de la tarde, había dispuesto ya todos los ingredientes y utensilios. Un gran cuchillo para cortar en láminas las frutas del bosque, la batidora para triturarlos, un colador para el caldo rojo que debía llenar los platos. A pesar de sus previsiones, no pudo evitar el temblor de sus manos, sudaba y murmuraba consejos para si mismo. Cuando ya tenía todas las frutas colocadas en el centro de los platos, preparó el cucharón para verter con cuidado el caldo. 
La vio en ese momento, justo cuando la gota de sangre salía de la herida y caía en el pote donde brillaba el zumo rojo de las frambuesas y arándanos y también, desde aquel instante, de su sangre. Parpadeó, miró el reloj y comprobó que no tenía tiempo para preparar un nuevo caldo, así es que lo mezcló bien y decidió que nadie iba a notar nada. Era una gota, sólo eso.
A partir de aquel día, todos los integrantes de la fiesta, empezaron a tartamudear, las manos les temblaban inseguras y sus rostros enrojecían con facilidad por súbitos ataques de timidez.