viernes, 29 de mayo de 2015

LOS "GRANDES" OPINAN (1)

CAMILO JOSÉ CELA

ÚLTIMA RECAPITULACIÓN DE "LA COLMENA"

Fragmento

Palma de Mallorca, 2 de junio de 1963


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El escritor también puede ahogarse en la vida misma: en la violencia, en el vicio, en la acción. Lo único que al escritor no le está permitido es sonreír, presentarse a los concursos literarios, pedir dinero a las fundaciones y quedarse, entre Pinto y Valdemoro, mitad de camino. Si el escritor no se siente capaz de dejarse morir de hambre, debe cambiar de oficio. La verdad del escritor no coincide con la verdad de quienes reparten el oro. No quiere decirse que el oro sea menos verdad que la palabra, y sí, tan sólo, que la palabra de la verdad no se escribe con oro, sino con sangre (o con mierda de moribundo, o con leche de mujer, o con lágrimas).
La ley del escritor no tiene más que dos mandamientos: escribir y esperar. El cómplice del escritor es el tiempo. Y el tiempo es el implacable gorgojo que corroe y hunde la sociedad que atenaza al escritor. Nada importa nada, fuera de la verdad de cada cual. Y todavía menos que nada, debe importar la máscara de la verdad (aun la máscara de la verdad de cada cual).
...

martes, 26 de mayo de 2015

CRÍTICA LITERARIA (2)

Un Verano tenebroso, de Dan Simmons:

Lástima, la cosa iba bien, una novela de terror bien escrita, con personajes auténticos y vidas con una atmósfera tan real que casi olvidé el género al que pertenecía la novela. Un grupo de niños en las vacaciones estivales después del último día de curso, en el que algo ocurre. Atrapada desde las primeras páginas, un total de 600, densas, tal vez en exceso descriptivas y de letra pequeña, leídas en quince días, incapaz de dejar el libro en el que me sumergí sin remedio, hasta las últimas cien o ciento cincuenta, en las que a Dan Simmons le sale la vena Americana en el peor de los sentidos. ¡Cuánto he sentido el absurdo final! Sin más sentido que la de brindar al cine americano una de sus muchas escenas de efectos especiales, sin guión, sólo persecuciones y héroes fantásticos en la piel de niños de once años. Sí, una verdadera lástima.



MI TRABAJO


LOS DIARIOS DE MARUCA


¿En qué más estoy trabajando? Hace ya unos cuantos años surgió una idea que algunos conocéis, la historia de una niña a la que la vida le da un giro inesperado. De ésta semilla ha brotado una colección de siete libros, siete historias independientes con un hilo conductor que se va resolviendo poco a poco y que se cierra con el último libro de los "Diarios de Maruca". Un trabajo intenso, que ha crecido y se ha enriquecido en estos años de creación, revisión y corrección. Uno de los retos más difíciles para mí, ha sido darle forma con sus ilustraciones, que me disculpen los brillantes ilustradores que enriquecen los libros infantiles y juveniles, pero de los grandes retos surgen grandes avances. ¡Cuánto me ha enseñado esta entrañable niña! En breve la colección estará lista para luchar en el difícil mundo de las editoriales, mi Maruca llamará a sus puertas sin desfallecer, como yo pico piedra cada día, ese es el camino. Maruca saldrá a la luz, estoy segura y yo la dejaré volar para sumergirme en nuevas historias, nuevos mundos paralelos que me llaman insistentes y a los que debo prestarles ya mi tiempo. 
¿Qué tiene que ver en todo esto "Una misteriosa herència"? Mucho, porque Maruca tiene tanta fuerza que ha tomado otra forma para sumergirse en las sombras de un teatro, se ha fundido en otro personaje, entre bambalinas han aparecido otros compañeros de viaje y han dado forma a esta pequeña obra de teatro en un acto, escrita en catalán, gracias Gil, y que aguarda a que los focos la alumbren y el público la vea. 
Gracias Maruca, por todo lo que me has aportado.


Ilustración: Cristina Tironi Maté
Todos los  derechos reservados

COLECCIÓN "Los diarios de Maruca"
Diario nº 7 "La Calle del Duende"
Ilustración: Cristina Tironi Maté
Todos los derechos reservados

lunes, 18 de mayo de 2015

GRANDES REFERENTES (2)

REFLEXIÓN DE GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ
El arte de contar cuentos.
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Tuve que vivir veinte años y escribir cuatro libros de aprendizaje para descubrir que la solución estaba en los orígenes mismos del problema: había que contar el cuento simplemente, como lo contaban los abuelos. Es decir, en un tono impertérrito, con una serenidad a toda prueba que no se alteraba aunque se les estuviera cayendo el mundo encima, y sin poner en duda en ningún momento, lo que estaban contando, así fuera lo más frívolo o lo más truculento, como si hubieran sabido aquellos viejos, que en literatura no hay nada más convincente que la propia convicción.

viernes, 15 de mayo de 2015

miércoles, 13 de mayo de 2015

CRÍTICA LITERARIA (1)

¿MUNDOS FICTICIOS?
Cuando una novela respira verdad.

El FRUTO DEL BAOBAD
Maite Carranza
Espasa Libros

Ha sido un maratón de lectura, propiciado por la urgencia de acudir a la tertulia literaria  con Maite Carranza, con los deberes hechos. Tres días de lectura intensa, tres días respirando con pulmones ajenos, mirando con nuevos ojos, sintiendo con corazones lejanos, pero tan cercanos que han entrado en mí. Maite Carranza nos lleva de la pluma a un mundo desconocido pero real y cercano. Nos regala su talento, su compromiso y un trabajo delicado, mágico y profundamente humano, para hablarnos de un tema todavía tabú, la ablación femenina. Lo hace sin recrearse en aspectos morbosos, contraponiendo dos mundos sin enfrentarlos, sin discursos aleccionantes, con mirada generosa y certera. El personaje perteneciente a nuestra cultura, Lola, la nueva pediatra del CAP de los suburbios de Mataró, ha sido sin duda el que menos se ha instalado bajo mi piel. Sin embargo, Aminata, el personaje más mágico,  conmueve por el difícil papel que le ha tocado en la vida, hija de Rama, mujer rechazada por su pueblo, madre de cuatro hijos, Bita, Lamín, Fatou y Ousman, casada por dictado familiar, con Abdoulieu Marong. Residen en Mataró, donde Aminata, mandinga, analfabeta pero inteligente, sumisa pero rebelde, nada entre dos aguas, las de las tradiciones ancestrales, fuertemente arraigadas en su interior y las de la nueva cultura que la ha acogido, la que sus hijos han abrazado y con la que debe reprender a respirar. Sus creencias hondamente asentadas, se tambalean cuando la realidad del día a día, le va demostrando que tal vez, todo aquello que le contaron y que ha determinado su vida, no sea del todo cierto. Bita, la hija adolescente, será el detonante de un conflicto que se expande y desarrolla ante nuestros ojos, que no pueden dejar de devorar páginas, acompañando a todos estos seres humanos, tan de carne y hueso que al cerrar el libro siguen a nuestro lado, con sus difíciles vidas, sus íntimos conflictos, con el desgarro del desarraigo y la esperanza de un nuevo mundo que les acoge, pero en el que deben esforzarse por entrar. Bita, muchacha de catorce años, de gran inteligencia y fuerte carácter, vivirá su adolescencia sumando a la dificultad de los nuevos tiempos, el gran peso que lleva sobre sus espaldas. La pequeña Fatou, nos ofrece escenas de ternura y de angustia y Lamín, el “negociante” de la familia, nos guarda sorpresas para un final realista y brillante.
Muy curioso el punto de vista del doctor N’Damb, senegalés afincado en Mataró, pero casado con una mujer “purificada” que vive en Senegal y la reacción de Abdoulieu, marido de Aminata ante los acontecimientos.
  Bellísima historia, asentada sobre una sólida arquitectura invisible. Un conmovedor retrato humano del difícil encaje de culturas, un profundo ejercicio empático, un respetuoso acercamiento a los corazones de estas gentes venidas para quedarse y con las que apenas nos relacionamos, porque nosotros, como ellos, tememos todo aquello que desconocemos. Eso mismo le ocurre a Lola, la “moderna y emancipada” pediatra de la novela, hasta que la vida le plantea un nuevo conflicto, uno que no esperaba y al que debe enfrentarse.  Maite Carranza se ha esforzado, sin aparentarlo, en derrumbar estos muros, entrar en las costumbres, los rituales, las creencias y conflictos de los mandinga y otras étnias senegambianas, sin olvidar las contradicciones y dificultades que nuestro propio mundo nos plantea.
¿Qué tiene de negativo? En cuanto a Maite Carranza, nada, nos regala un libro exquisito,  narrando una historia de apariencia sencilla, profundamente documentado, que destila un intenso humanismo y una mirada crítica y equilibrada. El problema está al otro lado, en la dificultad de vender un libro en el que la ablación es la temática central. Misteriosamente, una novela que debería haber sido publicado en multitud de idiomas, apenas ha logrado salir de nuestras fronteras. Algo falla cuando a una historia como “El fruto del baobad”, se le cierran las puertas y corre el riesgo de ser, muy pronto, descatalogada. 

                                                                                  
                                                                                                                  Cristina Tironi Maté






viernes, 8 de mayo de 2015

UN NUEVO FRACASO DE LA HUMANIDAD

¿Es la “Declaración Universal de Derechos Humanos” una utopía?

Y regresaron sus sombras, vacías de alma, temblaron al oler la libertad y se atrevieron a soñar con la vida, pero cómo se sale del infierno sin sentir en carne viva que ya nada será igual. No, nada será igual, las sombras tienen ojos, reflejos vacíos con pupilas impresas con la pérdida infinita, inocencia machacada, corazones rotos. Respiran, movimiento mecánico de sus pulmones. Ven, perdido el brillo de la luminosa infancia. Caminan, sus piernas se mueven, primero una, luego la otra. Sufren, sufren desde cada poro de su piel, desde cada hebra de cabello, desde cada célula de sus maltrechos cuerpos, sufren como no podemos siquiera imaginar, desde las entrañas, con un dolor que lo llena todo, porque han sido liberadas de sus captores, pero no pueden escapar de si mismas. ¿Cómo cerrar los párpados y no ver cuando el horror está dentro? Eran niñas con toda una vida por delante, niñas de piel oscura, niñas de rasgos africanos, niñas, negras y pobres, círculo perfecto que condena al nacer. Pero eran niñas fuertes, tanto que acudían a la escuela, que valoraban lo que en nuestro “primer mundo”, muchos niños ya no saben valorar. Eran niñas con el derecho de escoger su camino, con la cabeza alta, el paso resuelto, la risa en los labios, mentes ávidas por saber. Se acabó la risa, las desenfadadas conversaciones con las amigas, los sueños de futuro, la inocencia, el aire fresco, la calidez del sol, la mirada dulce, la grata caricia, el estudio, los lápices, los dibujos alegres… Sí que eran niñas, lo eran antes de que se les arrebatara la libertad, la dignidad, antes de ser profundamente heridas, humilladas, tratadas como si fuesen lo más despreciable, usadas hasta la extenuación, masacradas, aniquiladas.
Sus sombras surgieron del mar del olvido, miradas perdidas, pozos oscuros, amargos, tristes. Miradas que condenan sin fuerzas siquiera para hacerlo. Condenan nuestro olvido y nosotros nos estremecemos ante la noticia de su rescate, nos encogemos ante la evidencia de que son seres humanos rotos en mil pedazos, sentimos la culpa desde el “primer mundo”, el que les ha dado la espalda por no pertenecer a él. Con ese amargo sabor, pasamos a la siguiente noticia. Quizás sus miradas clavadas en nuestras retinas, permanezcan revoloteando en nuestra conciencia durante horas, tal vez algunos días, luego, la agitación de nuestro tiempo, la superposición de nuevos titulares, la locura de nuestras agendas, irá lentamente dejando atrás la realidad de estas niñas mártires. Lentamente desaparecerán las ayudas, los psicólogos que las han atendido acudirán al lado de nuevos mártires de nuestros tiempos y ellas quedarán infinitamente solas el resto de sus días. Únicamente las más fuertes lograran una cierta apariencia de normalidad, levantarán el mentón para dejar de avergonzarse por las culpas ajenas y volverán a mirarnos desde su sabiduría de viejas precoces, para recordarnos que una vez más, la humanidad ha fracasado.

Cristina Tironi Maté

jueves, 7 de mayo de 2015

RETAZOS AJENOS (1)

MAITE CARRANZA

EL FRUTO DEL BAOBAB

RAMA - Retrato de una madre

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Es la hora sombría de una noche de luna nueva.
Rama se detiene en la puerta de la cabaña y permanece inmóvil. Quiere retener la imagen de los tres cuerpos entrelazados sobre la paja, instintivamente unidos en la adversidad.
La memoria almacena los pequeños detalles, una pierna doblada, un rizo rebelde, un pulgar en la boca, una sonrisa fugaz. Quisiera tener todo el tiempo del mundo para fijar la fotografía de las niñas dormidas, pero el tiempo le ha sido robado, como tantas otras cosas.
Se acerca en silencio, sostenidendo el fruto del baobab, y lo deja en el suelo para que sea lo primero que vean sus hijas al abrir los ojos. El corazón se acelera ante la certeza de que ésta será la última vez y teme que sus latidos terminen por despertarlas.
No se atreve a inclinarse y susurrarles al oído unas palabras de despedida: dulces para las gemelas, alentadoras para Aminata, la mayor, la que dicen que más se le parece.
Poco a poco olvidarán su voz, su rostro y su nombre.
Se entristece al reparar en que no estará para bailar en su purificación, para pintarles los pies de henna el día de su boda ni para sujetarles la mano en sus partos. No estará nunca más.
La sombra retrocede con pasos ligeros y se zambulle en el murmullo nocturno de la selva.
El fruto del baobad, una golosina codiciada, queda en el suelo para endulzar el vacío de una ausencia que jamás podrá ser restituida.


PRIMERA PARTE
ÁNGELES MUTILADOS

          A su regreso, era sobrecogedor descubrir la pasividad que se había adueñado de Tassi. Ya no era la chica alegre y viva. Sus movimientos, antes siempre elegantes y gráciles como correspondía a su personalidad, ahora eran simplemente elegantes. Lentos. Estudiados. Como su sonrisa. Nunca te la ofrecía sin evaluarte previamente. Cualquiera que osara mirarla a los ojos adivinaría que había recibido una cuchillada mortal en el alma.

          ALICE WALKER, En posesión del secreto de la alegría. 

martes, 5 de mayo de 2015

GRANDES REFERENTES (1)

JOSÉ LUIS SAMPEDRO

SALA DE ESPERA

Libro póstumo.

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Haciendo referencia a su infancia en Tanger:

Tantas maneras de vivir, tan naturalmente coexistentes me hacían sentirme como en un bosque encantado, donde cada cual se aparecía con sus verdades y hábitos respectivos, enseñándome a respetarlos y a comprenderlos hasta donde mis pocos años lo permitían.
(...)
La misma convivencia amistosa caracterizaba el mundo infantil y nuestros juegos en la calle y en el colegio. Eran juegos humanos, por supuesto, sin el menor atisbo de las máquinas, ingenios y consolas que ahora enganchan a los chicos, reemplazando el aprendizaje de las relaciones personales por la técnica en el manejo de las máquinas. Éste es un gran tema y de hondas consecuencias: la diferencia entre aquella infancia y la actual, pero es para otra ocasión. Además, en mi caso, la diversión preferida fue la lectura, ya desde mis tres o cuatro años. Leía vorazmente, en cualquier momento, lo que encontraba y en mi casa favorecían esa afición. Mi padre elegía libros para mí; cuentos en su mayoría, pero también relatos históricos, divulgaciones científicas y hasta alguno formativo - en el más convencional sentido de la palabra -, como uno que no he olvidado: el titulado "Hace falta un muchacho", de Arturo Cuyás Armengol.

lunes, 4 de mayo de 2015

MARTES, 10 h.


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         Nerea le había hablado con una vocecilla apagada, lejos de su habitual timbre cantarín. Pareció dudar antes de mover un dedo, luego adivinó que había tomado la agenda y oyó el suave murmullo del arco que dibujan las hojas en el aire. Al fin debió encontrar la página del martes.
          -  Sí... Casi susurró, como si le costara hablar y respirar a un tiempo - ¿Puedes... podrías a las
             diez?
          -  ¿Te encuentras bien?
          Pareció pasar una eternidad, pero al fin se oyó la lenta expulsión del aire.
          - Sí, sólo cansada. No he podido dormir esta noche.
        Decidió tomar la respuesta por buena, al fin y al cabo, no debía meterse en asuntos ajenos y   Nerea parecía tener prisa por cortar la comunicación.


         El martes, a las diez menos cinco minutos, fiel a su puntualidad, entró por la puerta del salón de estética. La campanilla sonó alegremente en medio del denso silencio. Le sorprendió la ausencia de música, algo habitual en el centro, pero antes de que pudiera abrir la boca, una Nerea de suave andar, mirada cristalizada y sonrisa ausente, apareció por el fondo de la sala. Trató de responder a su extraño saludo, pero algo la incomodó. ¿Qué era aquel extraño olor y que le sucedía a Nerea? No logró articular palabra, prisionera de un repentino ataque de timidez. La misteriosa joven le indicó con un suave movimiento que entrara en la sala destinada a las depilaciones y ella, simplemente obedeció, a pesar del contradictorio mensaje que su cerebro trataba de dar a sus miembros inferiores. Deseó pedirle un vaso de agua para aclarar su boca, pero el desagradable olor se le había pegado a la nariz, revolviendo su estómago. En lugar de eso, empezó a desnudarse, primero la falda, luego las medias, el tanga y prosiguió sin saber muy bien porqué, quitándose el jersey y el sujetador. Luego, despojada de su propia voluntad, se estiró en la camilla y cerró los ojos, presa del soporífero estado en que se encontraba.
        Nerea se movía con suavidad. Notó su cercanía y el pastoso calor que se extendía por las piernas, la cadera, el pubis, el vientre... Intentó hablar, decirle que únicamente deseaba que le depilara las piernas, pero su incapacidad para reaccionar no sólo persistió, sino que se fortaleció, como si su condición se hubiera reducido a la de las figuras de cera. Recordó entonces una película sin nombre, en la que, moldes humanos quedaban para la eternidad encerrados en su propia reproducción. El terror aceleró su ritmo cardíaco, sintió vértigo, deseó salir corriendo, pero sus miembros siguieron inmóviles, absolutamente entumecidos por una fuerza misteriosa.
         La masa espesa y cálida cubrió la cintura, el pecho, el cuello... Abrió entonces la boca para tratar de articular un simple NO, pero la cera entró mezclándose con la saliva, entrando en la garganta, abrasante, trató de respirar, pero el aire no llegó a sus pulmones. La poderosa fuerza del pánico y el dolor le hizo abrir los ojos para tratar de ver a aquella Nerea que apestaba cada vez más. Se encontró con un extraño ser sin ojos, las cuencas vacías, la boca sellada, piel acartonada, cabellos quemados, quebradizos. Un siseo salió de sus labios y justo un segundo antes de que una lengua viscosa se pegara a sus ojos, vio la silueta de la autentica Nerea, encerada y sin vida, adherida al suelo...
          Muñecas de cera hasta el fin de los días.


                                                                                                     Cristina Tironi Maté