domingo, 28 de octubre de 2018

RITMOS

2º Domingo


Estaba allí, atenta, a disposición de quién quisiera usarla. A veces lo hacían con delicadeza, incluso con alegría; les oía cantar y explicar historias, eso era agradable. Pero nadie controlaba su exceso de trabajo, los golpes, la suciedad, las largas horas deslizándose. Tenía paciencia,  se movía con suavidad, como le habían indicado, para no dañar a nadie y depositarlos al final del recorrido en perfecto estado.
           Pero aquel día algo grande debía ocurrir en las inmediaciones. Eran muchos, tantos que apenas podía con ellos, que parecían muy excitados y saltaban, corrían, gritaban. Los escalones crujieron, la baranda tembló. Estaba tan agotada y hambrienta, que planeó acelerar un poco su ritmo de trabajo para acabar antes la jornada. 
       Enseguida notó que aquello se le había ido de las manos, su impaciencia había encabritado el engranaje y cuando trató de frenar, ya no pudo. Las personas que llenaban la escalera, sorprendidas por el súbito acelerón, perdieron el equilibrio, salieron despedidas, chocaron entre ellas y al final, un pie se enganchó.
             Lo encontró tan exquisito, que a partir de aquel día no pudo pensar en nada más.

2 comentarios:

  1. El cuento me trajo a la memoria el reciente accidente ocurrido en Roma. Pero ahora, luego de leer el cuento, dudo que haya sido un accidente.

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    1. Cristina Tironi Maté23 de noviembre de 2018, 3:06

      Tienes razón Miguel, el relato surgió de la noticia del accidente en unas escaleras mecánicas en Roma, el 23 de octubre. El surrealismo me permite darle la vuelta a las cosas, verlas desde otra perspectiva. Gracias Miguel

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